terça-feira, 7 de julho de 2015

LA MÁS ANTIGUA VÍA AL PARTO Ginecologia Natural Parteira na Tradição Pabla Pérez San Martín

LA MÁS ANTIGUA VÍA AL PARTO

En un momento en que el cómo parir se ha transformado en un campo de batalla, la partera tradicional Suely Carvalho invita a volver al origen, reviviendo a una dupla antigua como la humanidad misma: la que forma la gestante que está a punto de tener a un/a hijo/a con la mujer que la ayuda. En este enfoque, el nacimiento es el momento clave para evitar problemas futuros. 
Por Claudia Urzúa, periodista y profesora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado y autora del libro “Chile en los ojos de Darwin”.
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La maestra Suely Carvalho ha ayudado a mujeres a dar a luz en lugares que la obstetricia consideraría absurdos: debajo de los árboles, en la playa, en un establo junto a animales, en la ribera de un río, en una piscina artificial construida en el patio de la casa. Ha mostrado fotos de esos nacimientos ante estudiantes de Medicina de distintas universidades de Brasil que quedan con la boca abierta. A ella, que pasó por la academia para estudiar enfermería y, antes, salud preventiva, le encanta generar esa expresión de sorpresa, incluso de disgusto. “En la vida hay que estar incómodo e inquietos, buscando todo el tiempo”, sostiene esta mujer de 64 años, oriunda de Paraná, Brasil y partera desde 1974. Con más de cinco mil nacimientos atendidos en su país natal, 140 alumnas formadas en su escuela y una dinámica agenda de talleres, congresos internacionales y conferencias —la misma que la trajo a Chile durante la última semana de enero—, sabe que “los partos no son románticos. Son partos y en todas partes son lo mismo que hace miles de años. Lo que realmente importa es el cuerpo saludable de la mujer”, explica.
Una partera tradicional, como lo es Suely Carvalho, tiene ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) el estatus de proveedora independiente de cuidados primarios durante el embarazo, parto y postparto. De escasa presencia en las grandes ciudades, se las encuentra todavía en las comunidades rurales, pobres y de difícil acceso, en aquellos países de fuerte base indígena, y ejerciendo su trabajo fuera de los sistemas de salud. Saben hacer lo que hacen porque vieron desde niñas parir a los animales, sus antepasadas fueron parteras y han estudiado las propiedades de las plantas medicinales. “Somos responsables del 10 a 15 por ciento de los partos anuales de Brasil, que al año son unos tres millones”, afirma Suely. De acuerdo a la investigación que ella ha liderado, en Brasil están en ejercicio unas 60 mil como ella y es sabido, por ejemplo, que el ex presidente Luis Inácio Lula da Silva, último de siete hermanos, nació en su casa, en el pueblo de Caetés, atendido por una partera.
El momento de nacer
La tradición ancestral, la ciencia y los nuevos entendimientos sobre procesos naturales, como la gestación  y el nacimiento, son una arena de lucha entre posiciones que suelen extremarse. En Brasil, comenta Suely, se distinguen con claridad tres tendencias: la de la cesárea programada, incentivada por el gobierno a partir de 1990 y que aún predomina; la corriente de parto humanizado, que surgió hace unos 15 años precisamente para contrarrestar la intervención quirúrgica, cuyo objetivo está puesto en que todos los partos sean naturales, y la partería tradicional, el camino de Suely, que promete ayudar a sanar, cuidar y trabajar con la mujer desde la gestación. La condición intransable de la partería tradicional es que se atienden gestaciones sanas, sin problemas. “Por la observación y lo que conversamos día a día con la madre, sabemos con anticipación si un trabajo de parto viene complicado y, cuando es así, encaminamos hacia un hospital. Respetamos éticamente que ese es la función y el espacio de los/as médicos/as, no de nosotras”, afirma Suely. La partera tradicional no entra al hospital: se queda cerca, en acompañamiento espiritual de la parturienta. Ambos mundos coexisten. En el mejor de los casos se apoyan; en el peor, se ignoran cortésmente.
Por ello, en Brasil las “humanizadas” —ex matronas o enfermeras que abandonan el sistema médico para llevar los partos de vuelta a las casas— pelean con las parteras de la tradición, a las que acusan de devolver a las mujeres a los hospitales. “Pero nosotras nunca vamos a llegar ni siquiera cerca de tener que resucitar a un recién nacido”, afirma Suely.
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En Chile, donde se realizan tantas cesáreas como en Brasil en su momento de mayor auge (según el ministerio de Salud, la mitad de las niñas y niños chilenos nacidos en 2011 lo hicieron por esa vía, siendo que la OMS recomienda que no represente más del 15 por ciento de los nacimientos), hay huellas de la misma batalla entre lo altamente medicalizado y lo completamente natural, mientras las prácticas ancestrales, un oficio en extinción, perviven entre las comunidades originarias. En ese punto comienza el discurso de Suely y sus parteras. “Si la madre está anestesiada, ¿cómo va a sentir la contracción? Si no siente la contracción, ¿cómo va a ayudar a su hijo/a? Tanto la cesárea por elección como el uso de anestesia impiden, además, el trance del nacimiento, que es el encuentro de ambos espíritus”. Lo que la partería tradicional hace y propone es ayudar a las mujeres a llevar una gestación consciente y a tener al/a hijo/a de la manera más próxima a lo natural, “sólo con el dolor del parto, que existe, pero no aumentado con el dolor de la vida”.
El don
Aunque proviene de un linaje con tradición, con cuatro bisabuelas y dos abuelas que ayudaron a poblar sectores rurales de Brasil, Suely Carvalho se descubrió partera recién a los 23 años, casada y madre de tres niños, cuando, como estudiante de salud preventiva, participaba en una ronda en una sala de maternidad del hospital de Paranaguá. “Estaba ocurriendo un parto, así que la enfermera jefe nos preparó: ninguno puede hablar, ni moverse, apenas respirar, y todos deben estar cerca de la pared”, recuerda. Al ver a la mujer acostada sobre la camilla, en la mitad de la sala, rodeada de paños quirúrgicos verdes y al centro una abertura por la que ya coronaba un niño, Suely olvidó las instrucciones. “Me tomó algo, una emoción, que me hizo ir hasta la mujer, abrazarla, darle fuerzas e indicarle cuándo empujar. Cuando el niño nació, vi que hasta la profesora lloraba”, prosigue. Se quedó en la maternidad durante un semestre de formación intensiva: en las mañanas, los médicos le enseñaban la teoría obstétrica, neonatológica y pediátrica, y en las tardes acompañaba las atenciones y las prácticas.
Cansada de la arrogancia de algunos médicos que invalidaban sus decisiones y consejos porque carecían de fundamento científico se mudó a Curitiba para estudiar enfermería en la universidad local. Fueron cuatro años de estudio en que, salvo por la microbiología, que la fascinó, no le pareció aprender nada nuevo. A la par se puso a buscar a sus referentes por todo Brasil: selvas, desiertos, pampas, montañas y riveras. Allí donde las encontró les cargó el equipaje y las acompañó a atender nacimientos.
En 1990, fundó la ONG Cais de Parto en la ciudad de Olinda, departamento de Pernambuco. Empezó a construir una red que hoy se extiende por todo el continente y en la cual se entrelazan como objetivos la pesquisa de las parteras sobrevivientes de la tradición y la transmisión de conocimientos a una nueva generación, más urbana y profesional. Hace nueve años formó su escuela de partería, que ya tiene sedes en México y Argentina. Chile será la cuarta escuela, dirigida por la investigadora Pabla Pérez San Martín, la única aprendiza chilena de Suely, autora de los libros “Manual introductorio a la ginecología natural” y “Del cuerpo a las raíces”.
En su paso por Chile viajo en búsqueda de parteras tradicionales en el sur de Chile.
En su paso por Chile viajó en búsqueda de parteras tradicionales en el sur de Chile.
En la escuela de partería no se enseña sólo a asistir partos: el objetivo final es que las personas comprendan su capacidad para autosanar y lleven vidas más armónicas en busca de felicidad y paz. Para ello, las prácticas espirituales son importantes, “y no estoy hablando de fantasmas, sino de la vida inmaterial que está en nosotros todo el tiempo, aquello que hace mover nuestras neuronas o la memoria acuosa de las células”, precisa Suely. Ella declara no tener religión: sirve a la pachamama y consulta, de vez en cuando, las runas.
Un parto respetado
Sean congresos internacionales, sesiones de la escuela o televisada para TEDxAmazonia, Suely Carvalho siempre nombra a sus antepasadas, mezcla de indígenas, campesinas y nómades: Josefina, Magdalena, Eliane, Ernestina y Maria. La historia de su nacimiento también es parte de sus charlas. Ya con contracciones, su madre Yení, indígena de 19 años, que medía apenas un metro y medio y pesaba 45 kilos, lloraba de miedo pensando que tendría que sacar por la boca a la guagua de cinco kilos que llevaba en el vientre. Cuando la partera le explicó por dónde realmente ocurría un parto, primero trepó hasta un ropero alto para esconderse y después se desmayó. Suely nació asistida por sus abuelos, su padre y una partera, que la ayudaron a salir del cuerpo inerte de su mamá. “Mi madre recibió toda la información de una sola vez. Nadie le explicó nada antes”, comenta ella.
Según Suely, esa desinformación asociada a la pobreza y al subdesarrollo todavía existe, aunque de otra manera, porque las mujeres están aisladas de su naturaleza femenina, sin comprender el poder de sus cuerpos, obedeciendo sin cuestionar las decisiones de otros sobre la forma en que van a parir. También se da el otro extremo, cuando las madres están sobreinformadas, “colgadas a Google”, creyendo que el propio cuerpo les dará todo. “El problema es que viven con hábitos de la gran ciudad, no como las campesinas que quisieran ser”, dice.
Más que lograr el parto soñado, el foco debe estar en la recuperación de la vía de la condición de hembra y mamífera que las mujeres comparten y de su potente dimensión espiritual. “Un parto respetado, sea donde fuere, en la casa, en el hospital, con la partera o el/la médico/a, tiene que ser visto desde la óptica del ser humano que está llegando a esta vida”, asegura la partera. Devolverle la dignidad a los nacimientos no sólo produce, en su opinión, un bienestar social extendido sino que ahorra tiempo y dinero. “¡Si las cosas empiezan bien, no necesitamos arreglar nada después!”, exclama.
En enero (2015) Suely se reunió con un grupo de aprendices en Chile.
En enero (2015) Suely se reunió con un grupo de aprendices en Chile.

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